martes, 31 de marzo de 2020

RABIA

    La rabia, conocida también como ira o enojo, es una emoción exaltada y desagradable que surge de la frustración ante algo que deseamos y no obtenemos, o ante una injusticia. Con su aparición, unas veces de forma gradual y otras de forma súbita, sentimos sensaciones que van desde una ligera irritabilidad hasta una gran indignación. ira y furia.


 


SU FUNCIÓN: evolutivamente, la rabia tiene una función defensiva, de supervivencia y diferenciación. Se da ante estímulos que el organismo interpreta como amenazantes para su supervivencia o bien para eliminar factores que se interponen en la satisfacción de un deseo o necesidad. Ésta surge de la necesidad de diferenciarse, de quitarse al otro de encima, de apartalo de nuestro camino. 
Así como la alegría nos lleva a querer unirnos al otro, la rabia nos lleva a querer lo contrario, distanciarnos del otro.


Sentir rabia en sí no es malo, ya que nos puede permitir poner límites a situaciones abusivas y a las relaciones con otros individuos, respetando nuestra individualidad. El problema vien del modo en que la expresemos.


SU ENERGÍA: la rabia quiere, por naturaleza, poder salir, descargarse. Por eso decimos que tiene un movimiento expansivo de la energía, desde dentro hacia fuera. Cuando nos sentimos enojados, ofendidos o rabiosos, sentimos internamente que nuestra energía quiere salir disparada hacia fuera para quitarse al otro de encima o agredirlo. Es una energía intensa, y a nivel corporal sentimos como si algo nos oprimiera desde dentro o bien entrara en ebullición y quisiera expandirse.


SU EXPRESIÓN: los músculos se tensan, apretamos la mandíbula, cerramos los puños, los niveles hormonales de adrenalina y noradrenalina se disparan, el ritmo cardiaco y la presión sanguínea se aceleran ... El cuerpo se llena de energía y se predispone a la acción y agresión. La rabia necesita poder salir. Y si no sale hacia fuera y se reprime, corremos el riesgo de que se enquiste o explosione hacia dentro, causándonos algún daño a nosotros mismos.

La rabia es una de las emociones más tóxicas y destructivas que existen. Aún así es necesaria. Pero el problema es que, al ser una emoción que necesita salir y expresarse, al final salga de una manera demasiado explosiva y descontrolada, causando un gran daño alrededor. Por eso se hace especialmente importante aprender a reconocerla y a gestionarla correctamente, para evitar que nos domine y nos dirija directamente a lastimar al otro. Es importante aprender a detectar aquellos momentos en que su energía es tan intensa que nos impode ver con claridad, y esperar a calmarnos para poder pensar mejor y emprender cualquier acción.




Pero la motivación de la rabia no siempre es negativa (a veces nos indica una injusticia, agravio o simplemente nos muestra los límites de nuestra individualidad) aunque su expresión sí suele serla. Deberíamos ser capaces de poder expresar nuestra diferencia, autonomía y límetes sin necesidad de agredir al otro, templando la emoción o encontrando maneras constructivas de canalizar ese gran caudal de enregía. La meditación, el deporte y el arte pueden ser medios excelentes para canalizar y transformar su imperiosa intensidad.



     Uno de los aspectos positivos de la rabia es que nos lleva a detectar y querer actuar ante una posible injusticia. Esta motivación a la acción es la fuerza e ímpetu que nos impulsará a poder iniciar y sostener una conducta que nos llevará al cambio deseado, a la mejora de la situación. Si estuviéramos tristes, por ejemplo, quizá nos faltaría la fuerza y entereza para poder actuar. Sin embargo, la fuerza que nos da la rabia y sus grandes dosis de energía pueden llegar a movilizar hasta nuestros cimientos más sólidos.




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